Dermatitis atópica

 



  
Dermatitis atópica en lactantes menores de 6 meses de edad


  La dermatitis atópica es una enfermedad de la piel que puede afectar a niños y adultos que poseen una piel extremadamente sensible. Se presenta en niños con historia familiar de alergias o atopia y se caracteriza por sequedad cutánea y lesiones eccematosas que causan mucha picazón y con amplia distribución en la piel en función de la edad del niño. Se trata de una alteración que puede durar varios años, que puede reaparecer en múltiples ocasiones y que tendrá épocas de mejoría o recaídas, de acuerdo al clima, el estado de hidratación de su piel, entre otros factores.

 Esta entidad está estrechamente relacionada con el factor genético, ya que existe una alteración en la composición normal de la piel la cual es hereditaria. Esta alteración se caracteriza por un trastorno en la estructura de los lípidos, lo que le proporciona un aspecto de resequedad, agrietamiento y descamación. Otros factores que pueden incidir en la presentación de esta condición son: el uso de jabones alcalinos o con ciertos aditivos (como perfumes, colorantes, etc.), la utilización de detergentes abrasivos para lavar la ropa y de ciertos tejidos) como telas sintéticas y lana).

  La dermatitis atópica puede empezar a presentarse y finalizar a cualquier edad. Las lesiones que se presentan en los lactantes son las más habituales, seguidas por las infantiles y las del adulto son las menos frecuentes. En los bebés suele empezar a los cuatro o cinco meses de vida aproximadamente, aunque puede hacerlo antes. Algunos niños pueden presentar dermatitis seborreica, que más adelante se constituye en una dermatitis atópica. Las lesiones aparecen más comúnmente en la cara, sin afectar el área de alrededor de los ojos, la nariz y la boca. No es raro ver también afectado el cuero cabelludo, las orejas, el dorso de las manos y las zonas de flexión de las extremidades superiores e inferiores. El prurito aparece casi en la totalidad de los casos.

 El diagnostico se basa en la observación clínica de los signos y síntomas y el tratamiento consiste en realizar ciertas medidas que contribuyan a mejorar el estado de hidratación de la piel además del tratamiento farmacológico. Los antihistamínicos orales, especialmente los de primera generación que poseen un efecto sedante, son una medida muy útil de apoyo junto a los corticoides tópicos, los cuales resultan ser de gran utilidad. El uso de antibióticos el pediatra los reservará para aquellos casos en los que pueda coexistir una infección a nivel de las lesiones.  

En cuanto a las medidas no farmacológicas se recomiendan los baños de corta duración (unos 10 minutos) con agua tibia o templada sin aumentar la temperatura, el uso de limpiadores con pH ligeramente ácido o neutro, el uso de ropa en telas de algodón y lociones emolientes aplicadas directamente en la piel húmeda después del baño.

 Cabe aclarar que la dermatitis atópica no es una alergia a ninguna sustancia específica y que en ningún modo va a solucionarse mediante realizar pruebas de alergias ni por la abstención de ciertos alimentos. Si su niño presenta lesiones en la piel que puedan hacerle pensar en una dermatitis atópica, lo recomendable sería visitar a su pediatra para una mejor valoración y posible tratamiento.

 

Las alergias en los niños


Lesiones en piel de un bebé  por reacción alérgica
Imagen: iStock  


Las alergias son reacciones exageradas del sistema inmunológico a determinadas sustancias que pueden provenir de alimentos, plantas, animales, picaduras de insectos, etc. Estas sustancias generalmente resultan ser inofensivas para la mayoría de la gente. Sin embargo, el sistema inmunológico de una persona alérgica, ataca a la sustancia (llamada alergeno) como si fuera un invasor, ocasionando así una reacción desproporcionada, lo cual podría causarle síntomas que pueden ir desde unas leves  molestias a reacciones sumamente graves que pueden poner en peligro la vida.


El sistema inmunológico de una persona alérgica, al tratar de proteger al organismo contra algo que percibe como un agente invasor, produce anticuerpos de tipo  inmunoglobulina E (IgE) contra la sustancia que produce la alergia (alergeno). Seguidamente, estos anticuerpos, a su vez, hacen  que unas células defensoras llamadas mastocitos liberen ciertas sustancias químicas (como la histamina) para defenderse ante la supuesta agresión.


Al liberarse estas sustancias, se desencadenan reacciones alérgicas las cuales pueden afectar las vías aéreas, los ojos, el aparato digestivo y la piel. Si la persona se expone nuevamente al mismo alergeno, se iniciará la respuesta alérgica y así sucederá cada vez que la persona se exponga a esa sustancia.


Dentro de los factores predisponentes a padecer diferentes tipos de alergias se encuentra el factor hereditario, este es el más condicionante, sin embargo, en una reacción alérgica pueden influir tanto los genes como el ambiente en que la persona se desenvuelve. 


Entre las sustancias que más frecuentemente ocasionan alergias se encuentran:

  • Algunos alimentos: huevos, leche y sus derivados, chocolate, frutos secos, frutos cítricos, algunos colorantes, pescado, maní, entre otros.
  • Ácaros de polvo 
  • Caspa de animales
  • Moho
  • Medicamentos 
  • Algunos productos químicos y de limpieza 
  • Venenos de picaduras de insectos 
  • Polen 
  • Látex y otros materiales sintéticos 

Los síntomas y la gravedad de ellos dependerán  del grado de exposición al alergeno y de la sensibilidad que se tenga a este. Entre los más comunes se encuentran rinitis, picazón o molestias en la garganta, enrojecimiento de los ojos o alrededor de estos, hinchazón de los párpados, conjuntivitis, sibilancias, dificultad para respirar, dolor abdominal, náuseas, vómitos, manchas rojas o ronchas en la piel (con o sin picazón), estrechez e inflamación de las vías aéreas y choque.


El tratamiento dependerá del grado de afectación de los síntomas e inicialmente consiste en evitar el contacto con la sustancia detonante. En segunda instancia se procederá a la administración de medicamentos prescritos por el pediatra o manejo de emergencia según sea el caso.


Si su niño o niña presenta síntomas de alergia consulte con su pediatra. El interrogatorio y un buen examen físico del niño, entre algunas pruebas de laboratorio complementarias permitirán que se obtenga un diagnóstico preciso y pueda manejarse mediante medicación, o en su defecto, derivarle a un alergólogo pediatra para un análisis y un tratamiento más profundo. 

Estreñimiento en los niños


 Una de las principales causas de consulta en la edad pediátrica la constituye el estreñimiento. Este es un problema muy común y puede encontrarse en el 3% de las consultas pediátricas y el 25% de las consultas de los gastroenterólogos.

El estreñimiento no es una enfermedad en sí misma sino un síntoma y se manifiesta por la dificultad para evacuar las heces del intestino de manera completa y satisfactoria. 

Esta condición se caracteriza por disminución en la frecuencia de las evacuaciones, evacuaciones duras que causan dolor, sensación de evacuación incompleta, pujo excesivo, tiempo prolongado para lograr evacuar, o imposibilidad de evacuar a pesar del esfuerzo.


Tomando en cuenta las causas, existen dos tipos básicos de estreñimiento: el funcional o primario, si no existe una enfermedad de base que lo origine y representa el 90% a 95% de los casos; y el estreñimiento secundario, el cual representa el 5% a 10% restante y se debe a alguna enfermedad subyacente que lo acompaña.


El estreñimiento puede manifestarse en cualquier etapa de la edad pediátrica. El factor principal para la retención fecal, independientemente de la edad, es la evacuación dolorosa, debido a un bolo fecal consistente y voluminoso, lo cual conlleva a más retención, con heces voluminosas  y más defecación dolorosa. 


Otros factores asociados a esta condición son: el inicio del destete y de la ablactación (alimentación complementaria) en los lactantes, el entrenamiento para el control de esfínteres en pacientes preescolares debido al ingreso a la escuela, cambio de ambiente, problemas emocionales, e inmovilización prolongada en escolares. 


La frecuencia normal de las evacuaciones varía de acuerdo a la edad y al tipo de alimentación del niño. Por consiguiente, el número de evacuaciones será menor conforme aumente la edad. Es habitual que el recién nacido realice entre 4-6 evacuaciones al día, aunque podría llegar a ser mayor si recibe lactancia materna. Los niños amamantados pueden presentar desde una evacuación después de cada toma, a una cada 4-5 días, lo cual es normal siempre y cuando no presente otros síntomas.


Para combatir este padecimiento, debemos asegurarnos de que el niño tiene horarios y lugares adecuados que favorezcan la defecación en un ambiente tranquilo. Además se debe intentar establecer un horario de adaptación del organismo. Se deben evitar las distracciones con otros estímulos y también colocar al niño en una posición adecuada y cómoda para la defecación.


Si transcurrido un tiempo (de aproximadamente unos 10 minutos) no se ha producido la evacuación, no se debe insistir en ello. 


Durante el proceso de dejar el uso del pañal, el niño puede rechazar abiertamente sentarse en el inodoro; en ese caso, lo ideal es usar el pañal hasta que el niño evacue normalmente y sin problema.


Al niño estreñido se le debe ofrecer una dieta balanceada, incluyendo frutas y verduras en el consumo diario. También se recomienda la actividad física, lo cual ayuda a mantener un movimiento intestinal adecuado. La ingesta de fibra se reserva para niños mayores de 2 años junto a una ingesta proporcional de líquidos que contribuyan a formar heces más suaves.


El tratamiento farmacológico se reserva para los casos en que el estreñimiento no responde al manejo dietético y a la hidratación. En estos casos se recomienda que el niño sea visto por su pediatra o por un gastropediatra. 


Lo más importante en la evolución del estreñimiento es reconocer a tiempo la existencia del problema y la instauración del tratamiento. Mientras más temprano sea la intervención, más eficaz llegará a ser el tratamiento. 


Fotos: iStock


Infección por Covid-19 en niños






Los coronavirus humanos son una familia de virus descubierta en la década de 1960. De entre ellos, se reconocen 6 virus principales que pueden ocasionar una amplia variedad de infecciones de las vías respiratorias.

Entre estos tipos de infecciones, el coronavirus humano OC43 es el tipo  que más infecciones respiratorias causa y se detecta sobre todo, en niños menores de 5 años. Algunos de ellos han sido aislados junto a otros virus respiratorios causantes de enfermedades, lo cual dificulta conocer su papel más a fondo. También se les ha encontrado asociados a cuadros más graves, que ocasionan broncoespasmo, especialmente, en niños con antecedentes de asma o alergias.


Aunque el virus que ocasiona la Covid-19 no ha sido estudiado profundamente, se cree que es sensible a la radiación ultravioleta y al calor. Según algunas investigaciones el virus puede inactivarse calentándolo a 56°C durante al menos 30 minutos y usando solventes lipídicos como etanol o alcohol isopropílico al 70%, desinfectantes que contengan cloro o agua oxigenada.


La principal fuente de infección son los pacientes infectados por el virus. Así mismo puede transmitirse durante el periodo de incubación de personas asintomáticas. Este virus se transmite a través de las gotículas respiratorias expulsadas al toser, hablar o estornudar. El contacto cercano también favorece la transmisión (por ejemplo, contacto con la boca, nariz o conjuntiva ocular a través de las manos contaminadas). 


No hay estudios que confirmen  que pueda transmitirse a través de la leche materna. La prevalencia en niños es menor que en adultos y es de carácter más leve, aunque los casos graves también pueden presentarse. 


El diagnóstico se realiza mediante una prueba llamada “reacción en cadena de la polimerasa en tiempo real (RT-PCR)” o mediante la secuenciación del gen viral. Para ello se toman muestras de frotis faríngeo, nasofaríngeo (que es más adecuado en niños), saliva, heces o sangre. También se puede cultivar el virus alojado en las células epiteliales respiratorias, pero este solo se realiza en laboratorios especiales. 


La COVID-19 puede presentarse como una enfermedad leve, moderada o grave la cual puede presentar neumonía grave, síndrome de dificultad respiratoria aguda, infección severa y shock séptico. Los estudios realizados en la población pediátrica son escasos, y los resultados en cuanto a la sintomatología han demostrado ser más leves, especialmente en los lactantes. El periodo de incubación se encuentra entre 2-14 días (con un promedio de 3-7 días). La recuperación se produce entre 1-2 semanas. 


La Covid-19 también puede cursar como una infección asintomática: se manifiesta en niños con prueba positiva, pero sin evidencia de síntomas clínicos o de alteraciones radiográficas.


Los niños con síntomas leves pueden presentar síntomas inespecíficos y las manifestaciones de una infección de vías respiratorias altas: como fiebre, tos, dolor de garganta, congestión nasal, pérdida del apetito, pérdida del sentido del gusto o del olfato, dolor de cabeza, cansancio, conjuntivitis, diarrea, náuseas, vomitos, dolor muscular o malestar general. No hay signos de deshidratación, sepsis o dificultad respiratoria. La mayoría de los casos se recupera en una o dos semanas.


La enfermedad moderada se presenta con características de una neumonía: 

En adolescentes con o sin fiebre se podría manifestar con datos clínicos de una neumonía no severa, es decir: tos, fiebre y aumento en la frecuencia respiratoria. El diagnóstico es puramente clínico, no hay datos de neumonía severa ni necesidad de suministrar oxígeno.


En los niños más pequeños puede haber tos, productiva o no, respiración rápida, dificultad para respirar y retracciones costales. 

La radiografía de tórax o la tomografía, confirman el diagnóstico y permiten detectar complicaciones.


En la enfermedad severa, causante de neumonía grave, se observa tos, fiebre, respiración rápida y dificultad respiratoria, sobre todo en adolescentes. 

Puede haber insuficiencia respiratoria grave.


En niños más pequeños se observa tos o dificultad para respirar:


• Color azulado de labios.


• Dificultad respiratoria (quejido, retracciones torácicas graves).


•Paradas respiratorias intermitentes.


• Intolerancia a los alimentos por boca,

signos de deshidratación, alteración de la conciencia (somnolencia, coma) y/o convulsiones.


La radiografía de tórax y la tomografía confirman el diagnóstico de neumonía y permiten detectar complicaciones.


En la enfermedad crítica se presenta el llamado Síndrome Inflamatorio Sistémico Pediátrico asociado a COVID-19.


Aunque la mayoría de los expertos en las manifestaciones clínicas de esta enfermedad en la población pediátrica coincide en que la mayoría de los pacientes son asintomáticos, o padecen la enfermedad en una forma leve a moderada, existe una pequeña proporción que puede llegar a desarrollar lo que llamamos una respuesta inflamatoria sistémica. Este grupo de pacientes requiere permanecer en la Unidad de Cuidados Intensivos con la participación multidisciplinaria de médicos intensivistas, inmunólogos, hematólogos, cardiólogos e infectólogos pediatras.


Algunas manifestaciones del Síndrome inflamatorio sistémico 


Este particular síndrome comparte características con otros procesos inflamatorios pediátricos, como por ejemplo, la Enfermedad de Kawasaki o el Síndrome de Shock Tóxico. Se manifesta con un cuadro de dolor abdominal intenso y elevación de los niveles de marcadores de inflamación en sangre.

Los pacientes tienen fiebre persistente, elevada y de difícil control. Se acompaña también de otras alteraciones en el hemograma y en los marcadores de inflamación.


Este síndrome es muy similar al síndrome de Kawasaki, pero posee signos clínicos diferentes. Puede tener manifestaciones graves pero, generalmente, tiene buena respuesta al tratamiento médico utilizado.


Cómo evitar los contagios?


Las recomendaciones son las mismas provistas por Organización Mundial de la Salud y el Centro para Control y Prevención de Enfermedades, con especial atención en los niños con enfermedades de base como asma o alergias. Las medidas están encaminadas a reducir la exposición y la transmisión del nuevo coronavirus.

Entre las principales recomendaciones se encuentran: 

  • Evitar el contacto cercano con personas que padecen infecciones respiratorias agudas, fiebre o tos.
  • Lavar frecuentemente las manos con agua y jabón durante 20 seg., o en su defecto, usar un desinfectante para manos a base de alcohol.
  • Lavar las manos sistemáticamente después de toser o estornudar y secarse las manos con un pañuelo de papel de un solo uso.
  • Limpiar frecuentemente los utensilios que comúnmente se comparten con otras personas. 
  • Evitar compartir vasos, platos y otros utensilios que puedan estar contaminados con saliva.
  • Recordar mantener el distanciamiento físico de 1-2 m con otras personas, cubrir la boca al toser o estornudar con pañuelos desechables, o con el antebrazo e inmediatamente lavarse las manos, y el uso de mascarilla para evitar la trasmisión.  

El tratamiento de esta enfermedad está dirigido, como mencionamos anteriormente,  a la disminución de los síntomas y evitar las coinfecciones bacterianas. Hasta el momento no existe un tratamiento específico. 


Si su niño o niña presenta síntomas de la enfermedad o usted sospecha que pueda tenerla, comuníquese inmediatamente con su pediatra para recibir atención médica y poder comprobar la enfermedad. Mientras tanto, mantenga al niño o niña alejado de otras personas hasta tener el diagnóstico preciso. 


Recuerde siempre que el mejor tratamiento es la prevención!



Referencias: 

Márquez-Aguirre, M P, et al. Espectro clínico de COVID-19, enfermedad en el paciente pediátrico; artículo especial. Acta Pediatr Mex. 2020;41(Supl 1):S64-S71.


Fotos:  Getty images

Kawasaki Disease Foundation.


Convulsiones febriles



Las convulsiones se caracterizan por una descarga eléctrica anormal y descontrolada en las células nerviosas del encéfalo en forma parcial o total. Esta descarga se manifiesta por una serie de movimientos involuntarios, acompañados de alteración de la conciencia y de la sensibilidad.


¿Cómo se presentan? 

En una convulsión febril vamos a observar pérdida de la conciencia, acompañado de rigidez y afectación de uno o varios grupos musculares. Otras manifestaciones características son: 

  •  Rigidez total o parcial del cuerpo. 
  • Movimientos bruscos y repetitivos de brazos y piernas, en forma de sacudidas casi rítmicas.
  • Ausencia de movimientos y flacidez total generalizada.
  • También puede observarse chupeteo de los labios o labios azulados. 
  • Desviación de la mirada o mirada fija (ausente).
  • Salida involuntaria de evacuación o de orina. 


Las convulsiones febriles afectan aproximadamente del 2 al 5% de los niños entre 6 meses y 5 años de edad, pero se presentan con mayor frecuencia entre los 12 y los 18 meses de edad. También suelen observarse en varios miembros de una misma familia. Es decir, puede haber un factor hereditario predisponente.




¿Cuándo se producen?

Estas generalmente van a coincidir con una elevación brusca de la temperatura por encima de los 38,5ºC. Un niño con fiebre alta o muy alta resulta más propenso a padecer de una convulsión febril, aunque existen casos que se han presentado aún con temperaturas de fiebre leve en 38ºC.


La mayoría de las convulsiones febriles duran aproximadamente uno o dos minutos, algunas son breves con duración solo de algunos segundos, mientras que otras podrían durar más de 15 minutos.


De acuerdo a algunos criterios las convulsiones pueden ser simples o complejas:

  • Simples: duran menos de 15 minutos, todo el cuerpo está en movimiento y no se presentan más de una vez en 24 horas. Más del 90% de las convulsiones febriles son de este tipo.
  • Complejas: duran más de 15 minutos de forma continua o con pausas, pueden presentarse en todo el cuerpo o solo una parte de este. Vuelven a presentarse al menos 2 veces en 24 horas. Los niños con convulsiones febriles complejas están levemente más predispuestos a desarrollar epilepsia posteriormente.

Luego de una convulsión febril, los niños a menudo presentan confusión o somnolencia durante unos minutos. Este período (conocido como período postictal) podría durar hasta unas pocas horas.


¿Cuáles factores podrían predisponer a una convulsión febril?

Algunos factores relacionados con el riesgo de padecer convulsiones febriles de manera recurrente son:

  • Antecedentes familiares de convulsiones febriles.
  • Haber padecido una primera convulsión febril a temprana edad.
  • Haber tenido varías convulsiones febriles de larga duración anteriormente.
  • Historia de convulsiones febriles con fiebre leve.

¿Cómo tratar una convulsión febril?

Lo más primero es conservar la calma y aprender a tomar medidas para combatir la fiebre ya que la mayoría de las crisis ceden espontáneamente en pocos minutos.

  • Colocar al niño boca arriba en el suelo o en un lugar donde no pueda hacerse daño.
  • Colocar la cabeza de lado por si vomita.
  • Limpiar la vía aérea, quitando de la boca cualquier objeto o mucosidad.
  • Aplicación de medios físicos (colocar ropa ligera, aplicar paños mojados en agua sobre el cuerpo).
  • Colocar algún antipirético vía rectal (paracetamol), que se absorbe más rápidamente por esta vía. 
  • Al terminar la convulsión, el niño debe ser llevado a un médico para determinar la causa de la fiebre.

Es importante señalar que las convulsiones febriles típicas son inofensivas y no dejan secuelas de ningún tipo. La observación de realizar un electroencefalograma u otros tipos de estudios, se reserva para aquellos casos en los que las crisis febriles son atípicas o se han repetido en varias ocasiones.

 

La dentición (2da parte)










Como habíamos señalado en la primera parte de este tema, la dentición es el proceso de erupción y desarrollo de los dientes en los seres humanos y algunos animales vertebrados. Nos referimos en ella a la dentición primaria o temporal, sin embargo, en esta segunda parte trataremos acerca de la dentición permanente o secundaria. 

La dentición permanente se refiere a los dientes que se aparecen tras la dentición decidua o “dientes de leche”. Estos dientes son más grandes y más fuertes que los temporales  y son los que permanecerán durante toda la vida.


La  dentición permanente abarca 32 dientes, distribuidos de la siguiente manera en ambos maxilares (superior e inferior): 8 incisivos, 4 caninos, 8 premolares (o bicúspides) y 12 molares (o tricúspides).


Los primeros dientes que aparecen en una dentición permanente normal son los incisivos centrales inferiores y los primeros molares permanentes superiores e inferiores. 


El recambio de los dientes temporales a los dientes permanentes suele ser de la siguiente manera: 

  • A los 6-7 años: aparecen los incisivos centrales permanentes.
  • A los 8-9 años: aparecen los incisivos laterales permanentes.
  • A los 9-10 años: aparecen los primeros premolares permanentes.
  • A los 10-11 años: aparecen los caninos permanentes.
  • A los 11-12 años:  aparecen los segundos premolares permanentes.

-Molares:

  • A los 6-7 años: aparecen los primeros molares.
  • A los 12-13 años: aparecen los segundos molares.
  • A partir de los 15 hasta los 30 años: aparecen los terceros molares (también llamados cordales o muelas del juicio).

La cronología de la erupción en los dientes permanentes no se produce de una manera exacta o absoluta, ni siquiera en la dentición primaria, esto se debe a que en ambas van a influir diferentes factores tales como: factores genéticos, diversos factores ambientales, sexo, raza, desarrollo esquelético, nutrición, extracciones prematuras de dientes primarios, etc. 


Algunas enfermedades como raquitismo, hipotiroidismo congénito (cretinismo), un sobrecrecimiento del tejido de las encías y algunos factores externos como el efecto secundario de algunos medicamentos (p. Ej. algunos anticonvulsivantes) pueden ocasionar un  retraso en  la salida de los dientes temporales.


También pueden desarrollarse algunos defectos o anomalías en la salida de los dientes tales como: 

  • Puede existir una alineación incorrecta de los dientes debido a su tamaño o a su ubicación en el maxilar (maloclusión). 
  • El diente permanente puede estar impactado dentro del espacio dental, por lo que no puede erupcionar.
  • El diente de leche no se cae (y hay que extraerlo) o no existe el diente permanente.
  • Pueden haber dientes supernumerarios.

¿Cuál es la función de cada tipo de diente? 

  • Incisivos: 8 dientes en total: 4 superiores y 4 inferiores. Tienen la funcióno de cortar los alimentos. 
  • Caninos: 4 dientes en total: 2 superiores y 2 inferiores. Son los encargados de desgarrar los alimentos.
  • Premolares: 8 dientes en total: 4 superiores y 4 inferiores.Tienen la función de triturar el alimento.
  • Molares: 12 piezas en total: 6 superiores y 6 inferiores. Al igual que los premolares, sirven para triturar el alimento.


Es importante señalar que el cuidado y una correcta higiene de los dientes en general contribuye a la buena salud del niño. Mantener una higiene oral adecuada trae muchos beneficios, pero el más importante es la prevención de enfermedades, no solo odontológicas, sino también de todo el organismo. 







La dentición (1ra parte)


 

La dentición es el proceso de erupción y desarrollo de los dientes en los seres humanos y algunos animales vertebrados.
Procede del latín “dentitio”, que quiere decir “formar dientes”.
 

En los seres humanos existen tres tipos de denticiones: la dentición temporal o decidua, conocida popularmente como “dientes de leche” y abarca 20 piezas dentales; la dentición mixta, en la que el niño va a presentar una mezcla de dientes de leche conjuntamente con algunos dientes permanentes y, por último, la dentición permanente, que abarca 32 piezas dentales. En este segmento hablaremos de la dentición temporal o dientes primarios.
 
La dentición temporal (primaria o decidua):
 
Abarca 20 dientes en total, 10 en la parte superior y 10 en la parte inferior. Aparece generalmente a los 6 meses de edad, aunque puede aparecer también entre los 4 y 8 meses. Su período de erupción es:
 
·      Entre los  6 – 8  meses erupcionan los incisivos centrales inferiores.
·      Entre los  7 – 9  meses erupcionan los incisivos centrales superiores.
·      Entre los  9 – 11 meses erupcionan los incisivos laterales superiores.
·      Entre los 10 – 12 meses erupcionan los incisivos laterales inferiores.
·      A los 14 meses erupcionan los primeros molares superiores e inferiores.
·      Entre los 18 – 20 meses los caninos superiores e inferiores.
·      A los 24 meses se completa la erupción con los segundos molares superiores e inferiores.
 
La erupción de los primeros dientes  puede variar unos meses, pudiendo aparecer más temprano o más tardíamente, no obstante, lo normal es que a los 3 años de edad el niño ya tenga completos todos los dientes temporales, sin tomar en cuenta el orden de aparición de estos.
 
Puede haber casos aislados de bebés que han nacido con dientes, generalmente en estos casos son los incisivos centrales inferiores. Si están presentes en el momento del nacimiento se les denomina dientes natales o congénitos, en cambio, si aparecen al mes de nacer se les denominan dientes neonatales. Esto se debe a factores genéticos y/o ambientales y su remoción va a depender de diversos factores ya que si interfieren con la lactancia es mejor retirarlos.
 
La importancia de la dentición temporal radica en que sirve para ayudar al niño a triturar los alimentos al pasar de la alimentación líquida a semisólida, y de esta última a sólida, así la formación de un bolo alimenticio bien formado, le permitirá realizar una buena digestión lo cual es necesario para su adecuado crecimiento y desarrollo.
 
Los dientes (junto a la lengua y los labios) también participan en la correcta pronunciación de las palabras al hablar. Un niño que no posee los dientes que ayudan a realizar una correcta enunciación de letras, consonantes y vocales tendrá problemas de pronunciación.
 
Un bebé que está empezando la dentición puede:
 
·   Tornarse irritable o vulnerable.
·   Rechazar los alimentos.
·   Tener encías inflamadas o muy sensibles.
·   Presentar problemas para dormir.
·   Morder o masticar objetos.
·   Tener sialorrea o salivación abundante.
 

¿Qué podemos hacer para aliviar las molestias de la dentición?
 
Las molestias  de la dentición pueden causar dolor y malestar en el bebé, por lo que sería reconfortante utilizar ciertas técnicas que contribuyan a calmarlo:
 
▪️Podemos usar un dedo limpio para frotar con suavidad la encía del bebé, aproximadamente por unos 2 minutos en él área.

▪️Limpiarle la cara con un paño ayuda a remover la saliva y así prevenimos  las irritaciones de la piel.

▪️Colocarle algún objeto frío para morder, como un aro de goma para la dentición o un pedazo de fruta fría. Procure los aros de goma que no contengan líquido dentro.

▪️Alimentar al bebé con comidas frías y suaves, esto ayuda a reducir la inflamación y el dolor en las encías.
 
Algo muy importante que debemos señalar es que la dentición NO causa fiebre ni diarrea. Si su niño presenta fiebre o diarrea puede deberse a otras causas y lo correcto sería consultar con su pediatra.
 
 
 
 
 

LA FIEBRE




¿QUÉ ES LA FIEBRE Y CÓMO SE PRODUCE?


 La fiebre, en su definición más simple, se define como una temperatura corporal elevada más allá de lo que se considera una temperatura normal, la cual puede producirse a consecuencia de múltiples causas. 


Se considera parte de la respuesta natural del cuerpo ante una agresión, generalmente por un agente infeccioso aunque algunos procesos inflamatorios o hematológicos pueden también causarla. La fiebre en sí misma no es una enfermedad sino más bien un síntoma que nos indica que, en algún lugar del organismo, está ocurriendo una batalla entre nuestras defensas naturales y el agente invasor.


Cuando un agente infeccioso penetra en el organismo, el hipotálamo, que es quien se encarga de regular la temperatura corporal, aumenta esta por encima de sus niveles normales (unos  36.5ºC – 37 ºC) con el objetivo de eliminar el agente agresor.


Entre las causas más comunes de fiebre tenemos las infecciones virales, bacterianas, inflamatorias, hematológicas, inmunológicas, etc. Hasta el simple hecho de haberse vacunado recientemente pudiera ser también causa de fiebre.


¿CUÁNDO HABLAMOS DE FIEBRE?


Se considera que un niño tiene fiebre cuando la temperatura axilar está por encima de los 37.5ºC (aunque algunos hablan de hasta 37.2°C). Tomada en el recto de 38ºC en adelante es fiebre. Si alcanza los 38.5ºC hablamos de fiebre leve, una temperatura hasta 39º C es fiebre moderada y por encima de 39ºC, es fiebre alta.


Siempre debe usarse un termómetro ya que el simple tacto no sirve para tomar la temperatura de manera correcta.




¿QUÉ HACER SI SU NIÑO TIENE FIEBRE?


La fiebre se trata en función de acuerdo al grado de temperatura que tenga el niño.

Si el niño tiene febrícula, que es de los 37.5ºC a los 37.9ºC, podemos tratarla con acetaminofén y medios físicos (un baño o compresas en la frente de agua templada), mantenerlo fresco con poca ropa y ofrecerle líquidos para evitar la deshidratación. Si continúa la fiebre, acudir al pediatra.


Resulta contraproducente al tratar la fiebre utilizar ciertas técnicas como abrigar en exceso o colocar compresas frías en la frente o en el cuerpo ya que aumentarían aún más la temperatura. 


¿CUÁNDO HAY QUE CONSULTAR CON EL PEDIATRA?


  • Si a pesar de medicar y de utilizar los medios físicos ya mencionados la fiebre no cede. 
  • Si es menor de dos años, o si tiene menos de tres meses.
  • Si ha presentado convulsiones por fiebre.
  • Si tiene fuertes dolores de cabeza, vómitos o rigidez de nuca.
  • Si tiene la piel azul o moteada (piel marmórea), puntos rojos o manchas negras en la piel.
  • Si tiene dificultad respiratoria. 
  • Si tiene una somnolencia rara o le resulta difícil despertarlo.
  • Si tiene las manos y los pies fríos.
  • Si tiene un llanto agudo más débil que lo normal, o no para de llorar.
  • Si presenta fiebre inmediatamente después de haberle realizado algún procedimiento quirúrgico o al poco tiempo después de haber viajado al exterior.

Recuerde siempre que la fiebre es un mecanismo de defensa que nos indica que algo anormal está ocurriendo dentro del organismo. Lo recomendable es conservar la calma, observar el estado general del niño y su alimentación, si alguno de estos factores se altera y la fiebre se mantiene a pesar del manejo, entonces es hora de acudir al pediatra.